Santos Montes Martínez vive en la calle Atlixco de San Pedro Benito Juárez, donde la lluvia de ceniza del Popocatépetl es más intensa que en otras zonas de la entidad poblana, donde sus calles de asfalto, adoquín o tierra siempre están cubiertas de material volcánico, aunque se barra en la mañana, en la tarde, en la noche…
El hombre cumplió 69 años de edad apenas el pasado martes, cuando su familia le hizo mole. Festejó con su esposa y dos hijos, quienes en la mañana se fueron al campo. Está solo con sus nueras de 16 y 19 años de edad, como también sus tres nietas.
Toda la vida ha estado en esta comunidad del municipio de Atlixco, donde gusta de escuchar a todo volumen la música tropical. En su terreno tiene caballos, cerdos, gallinas y guajolotes. La cocina de leña está frente a los tres recámaras de block, donde las ventanas se cierran con cortinas de colores, lo que permite la entrada continua del material volcánico, sobre todo desde el domingo pasado.
Santos dice que él y su familia ya están acostumbrados a la ceniza del Popo. Y al parecer, también su nieta, pese a que solo tiene 6 meses de vida. No deja de reir mientras está acostada en la cama de su abuelo, quien platica con el reportero, mientras su madre barre para tratar de retirar los residuos de Don Goyo.
Esta persona de la tercera edad reconoce que tiene miedo. No por su persona, sino por su familia. Recuerda que en 1994, cuando aumentó por primera vez la actividad del volcán, mandó a su esposa y a sus hijos con sus parientes a Izúcar de Matamoros. En tanto, él y sus vecinos y amigos se mantuvieron en el pueblo, como guardias civiles al cuidado de sus bienes.
Por eso, todas las noches con su mujer le reza a San Pedro y a San Pablo, a los patrones de esta comunidad que lleva el nombre del primero, sin olvidar al otro. Como una pareja que los cuida y lo protege, que intercede ante Dios para evitar que haya una explosión más grande que la de la noche anterior, cuando las puertas retumbaron, cuando la tierra se cimbró.
Sin embargo, sabe que el Popocatépetl ha estado ahí casi desde siempre, por lo que si va a hacer erupción nadie va a poder detenerlo, por lo que no queda más que respetar la decisión divina, ya que en contra de eso no hay nada qué hacer, nada.
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