La mujer pidió a las autoridades, las colectivas y la sociedad, se pregunten qué pasa con las sobrevivientes de violencia vicaria, porque el infierno no termina con el regreso de los hijos .

Miriam Vázquez es oriunda de Huauchinango y sobreviviente de violencia vicaria, Miguel Barbosa, cuando fue gobernador, la ayudó a recuperar a sus dos hijas y nieta sustraídas por su expareja Ramón «N». Ahora solicita al gobernador sustituto Sergio Salomón Céspedes y a las colectivas feministas no olvidar su caso.

Ramón «N» aún no ha sido llamado por las autoridades para reiniciar un proceso por el delito de violación en contra de su hija, a quien embarazó, hace dos años, cuando la menor tenía 14 años.

Recientemente la Fiscalía General del Estado (FGE) de Puebla retomó la investigación por sustracción de menores, ocurrida el pasado mes de marzo, lo cual implicará iniciar el proceso desde cero, luego que un juez reclasificó el delito de violación por sustracción, dejando en libertad a Ramón «N».

Hoy Míriam y sus cuatro hijas y nieta sufren violencia económica, pues mientras no se reactiven los procesos judiciales correspondientes, su agresor está libre sin hacer frente a sus responsabilidades penales y familiares.



La vida después de la denuncia.

Con apenas 200 pesos diarios, que obtiene por el apoyo de familiares y amigos, Miriam compra un litro de fórmula láctea, dos kilos de tortillas, unas piezas de pan dulce, un kilo de huevo, frijoles y sopa de pasta para alimentar a cinco menores de edad.

Esto sin contar con pañales para su hija la más pequeña de dos años y su nieta de uno, quien consume leche en polvo para lactantes.

«En la bebé de mi hija le compro un paquete de pañales que está en $140, le tarda al rededor de 12 a 15 días. La leche les compro un bote de 264 pesos cada 15 días más o menos para mí hija y la bebé» contó a Urbano Noticias.

Las menores recuperadas de 16, 9 y 1 año, están bajo custodia de una tía de Míriam, tras la determinación del Sistema Estatal DIF, pero Míriam tiente otras dos hijas de 15 y de 2 años, siendo cinco niñas las que tienen que alimentar.

Ella antes de denunciar a Ramón «N» se sostenía de la venta de frutas y verduras, que vendía en un local propiedad de su agresor.

Míriam desde las 5 de la mañana iba al mercado para abastecerse de mercancía que transportaba en una camioneta de su propiedad que Ramón le quitó tras la denuncia.

Ahora que sus hijas regresaron con ella, después de vivir en Tijuana, Baja California, tuvo que comprarles ropa, además de la que adquirió para ella y las otras dos pequeñas.

Al separarse de Ramón y que éste le quitara por la fuerza a las niñas, perdió todas sus pertenencías.

«A la semana gasto unos 2 mil pesos sumando comida, leche, pañales, detergente, agua de garrafon, gas, y así gastos en general. Vivir está situación económica hace a muchas mujeres seguir viviendo en ese infierno de estar con el papá de sus hijos (…) La realidad es que si tuviera que elegir entre quedarme con él o volver a salir de casa como ese bendito día que tomé esa decisión, dado todo lo que he sufrido por estar bien con mis hijas, volvería a tomar la misma desición. Mil veces lo haría por estar a salvo», dijo.

El miedo aún no se va, lo veo en los ojos de Míriam y aún cuando es una mujer de carácter fuerte, en ratos piensa que no podrá más.

Su fuerza radica en sus cinco pequeñas y en pensar que sí las autoridades de Puebla hacen lo que les corresponde y encarcelan a Ramón «N», ella y las niñas por fin podrán ser libres.

«Hay gente que me ofrece trabajo, pero cómo las voy a dejar solas si ese monstruo está libre. Vivimos presas en una casa porque pensamos que sí salimos a la calle lo veremos. En la noche ponemos candados para que no se le ocurra llegar un día y abrir la casa y llevárselas. Las niñas no me dicen su miedo pero las miro cómo con cualquier grito brincan» dijo.

Míriam finalmente solicitó que las autoridades, las colectivas y la sociedad, se pregunten qué pasa con las sobrevivientes de violencia vicaria, porque el infierno no termina con el regreso de sus hijos e hijas a casa.

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