El ozono es un componente de la estratosfera que forma una capa que protege a los organismos vivos del exceso de radiación ultravioleta solar.

El año 2020 comenzó con una oleada de incendios en Australia, el invierno boreal ha terminado batiendo récords de altas temperaturas y se estima que, actualmente, un tercio de la humanidad se encuentra confinado debido a la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Para terminar de rematar el escenario apocalíptico, hace pocos días los satélites de la NASA daban cuenta de un enorme agujero en la capa de ozono del Ártico.

Aunque no amenaza la salud humana y, si se cumplen las predicciones, desaparecerá en poco tiempo, se trata sin duda de un fenómeno atmosférico extraordinario que pasará a engrosar los libros de récords. ¿Por qué se ha producido?

El agujero de ozono en el Polo Sur

El ozono es un componente de la estratosfera que forma una capa que protege a los organismos vivos del exceso de radiación ultravioleta solar. Todos los años, durante el invierno antártico, las bajas temperaturas provocan que se acumulen muchas nubes a gran altitud por encima del Polo Sur. En ese momento, productos químicos como el cloro y el bromo, que provienen de diversas fuentes industriales, desencadenan una serie de reacciones en la superficie de estas nubes que tienen como consecuencia la destrucción de parte de ese ozono. Cuando las temperaturas ascienden, el ozono se va recuperando. Este agujero de la capa de ozono en la Antártida está bien estudiado, y suele alcanzar su tamaño máximo cada año entre agosto y noviembre.

¿Por qué este fenómeno no es tan habitual en el Polo Norte? La zona del Ártico tiene temperaturas mucho más variables que las del Polo Sur, y no se alcanzan temperaturas tan bajas. Hacia finales de febrero y en marzo, cuando la luz solar empieza a llegar al Polo Norte, su estratosfera ya no está tan fría como para que se produzcan estas nubes, esenciales para la destrucción del ozono.

Un invierno particularmente frío en el Ártico

Este año, sin embargo, se han alcanzado temperaturas extremadamente bajas en la estratosfera de esta zona, un fenómeno que, unido a la formación de un vórtice polar – una región de bajas presiones que mantiene confinado el aire frío – especialmente fuerte ha producido la formación de nubes a gran altitud y desencadenando la destrucción del ozono.

En los años 1997 y 2011 ya se habían registrado fenómenos similares de adelgazamiento de la capa de ozono, pero lo observado en 2020 va camino de batir todos los récords. No obstante, los expertos indican que este agujero no supone una amenaza para salud humana. “En las próximas semanas existe una pequeña posibilidad de que el agujero se desplace hacia zonas más pobladas, en cuyo caso sería necesario tomar medidas de protección extra frente a la radiación solar”, explica Markus Rex, un científico atmosférico del Instituto Alfred Wegener (Potsdam, Alemania) en una entrevista a Nature.

Sin embargo, y puesto que las temperaturas del Polo Norte ya han comenzado a ascender, lo esperable es que el vórtice polar se separe en las próximas semanas, que serán cruciales para comprender del todo la evolución de este fenómeno insólito.

Las cosas serían peores de no haberse tomado medidas

En 1987 se produjo un hito en la historia de la protección del planeta: la firma del Protocolo de Montreal, un acuerdo internacional sin precedentes a través del cual los países firmantes se comprometieron a tomar medidas para controlar el uso de sustancias que contribuyen a la destrucción del ozono, prestando especial atención a los compuestos clorofluorocarbonados (CFC).

“La situación sería mucho peor de no haberse puesto en marcha el Protocolo de Montreal de 1987”, explica Paul Newman, científico atmosférico en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en la misma entrevista a Nature. “El agujero de la capa de ozono antártica está en claro camino de recuperación, aunque hay que tener en cuenta los productos químicos que se restringieron en el acuerdo aún tardarán décadas en desaparecer por completo de la atmósfera”, concluye el científico.

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