Las mujeres siempre han sido una pieza clave en la sociedad, y en la historia de México su papel fue fundamental para obtener la victoria durante la Revolución. Entre esas figuras que rompieron moldes, desafiaron prejuicios y se abrieron paso a fuerza de convicción se encuentra Carmen Vélez, mejor conocida como “La Generala”, una mujer que no se detenía ante nada ni dejaba que el miedo doblegara sus valores, su carácter o sus agallas para comandar a más de 300 soldados en pleno conflicto armado.
Aunque la información sobre su vida personal presenta matices y variaciones según la fuente, lo que permanece claro es la fuerza de su presencia en el escenario revolucionario. “La Generala” emerge en los registros alrededor de 1911, durante el movimiento maderista, y lo hace con una energía que sorprendió a autoridades, gobernadores y cronistas locales. No solo aparecía como una combatiente excepcional, sino como una líder capaz de organizar, dirigir y sostener una columna armada en un periodo donde el mando militar recaía casi exclusivamente en hombres.
Su actividad se desplegó en las zonas cercanas a la sierra de La Malintzin, un territorio donde los caminos sinuosos y los poblados dispersos habían visto marchar a muchas tropas, pero pocas como la suya. Carmen Vélez se movía con seguridad por estas tierras, ingresando a comunidades como San Bernardino Contla o Amaxac de Guerrero, donde sus acciones iban más allá de lo bélico: destruía documentos oficiales que afectaban a los habitantes, sustituía autoridades consideradas injustas y alentaba a la población a exigir la abolición de impuestos abusivos. Su presencia era un mensaje claro de rebeldía, justicia y determinación.
Estos actos encendieron alarmas en el gobierno, que veía en ella no solo a una insurgente armada sino al símbolo de un posible levantamiento obrero y popular. Que una mujer encabezara un grupo tan numeroso y disciplinado resultaba desconcertante para muchos de sus contemporáneos, acostumbrados a relegar a las mujeres al acompañamiento, la enfermería o la logística. “La Generala” rompió ese esquema por completo: era estratega, jefa y figura moral de su tropa.
Varias fuentes también la mencionan participando en operaciones maderistas, ligadas a los movimientos que culminaron en la caída del régimen porfirista. Aunque algunos relatos la sitúan incluso en la región norte del país, colaborando indirectamente con las fuerzas que llevaron a la toma de Ciudad Juárez, el consenso coincide en que su presencia tuvo un impacto más fuerte en los estados del centro, especialmente Tlaxcala, Puebla e Hidalgo.
La figura de Carmen Vélez destaca no solo por su valentía, sino porque representa a las mujeres que no esperaron permiso para participar en la historia. Ella personifica la fuerza silenciosa, pero decisiva, de cientos de mujeres que se sumaron a la Revolución desde distintos frentes: como combatientes, informantes, médicas, estrategas, o líderes de comunidades enteras que despertaron a la acción.
Hoy, cuando su nombre aparece en artículos, investigaciones culturales y estudios sobre la Revolución, “La Generala” continúa recordándonos que el papel femenino en los grandes cambios sociales no fue accesorio, sino esencial. Carmen Vélez fue, en todos los sentidos, una mujer adelantada a su tiempo: una comandante, una guía y una fuerza insurgente que desafió las normas y se hizo escuchar en un México que empezaba a transformarse.
Su historia, aunque aún incompleta en algunos detalles, es una pieza poderosa del rompecabezas revolucionario: prueba de que la valentía no entiende de géneros y que, incluso en los episodios más duros, siempre hubo mujeres dispuestas a luchar por un país más justo.
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