La Virgen de Guadalupe, raíz espiritual e identidad nacional rumbo al Quinto CentenarioFoto: Especial

La UPAEP, a través del Centro de Estudios Guadalupanos (CEG-UPAEP), habla de la profunda huella histórica, social, cultural y espiritual de la Virgen de Guadalupe en México y en el mundo.

La rueda de prensa estuvo encabezada por David Sánchez Sánchez, Director del CEG-UPAEP, y de José de Jesús Hernández Roldán, Coordinador del mismo centro. Ambos especialistas coincidieron en que la figura guadalupana es un elemento insustituible en la construcción de la identidad mexicana y un símbolo global que ha trascendido fronteras, idiomas y épocas.

David Sánchez recordó los sucesos de 1531, narrados en lengua náhuatl y preservados en el “Nican Mopohua”, representan un acontecimiento fundacional del México mestizo.

“La Virgen de Guadalupe ha acompañado los procesos culturales sociales e incluso políticos del país hasta nuestros días”, afirmó.

Enfatizó fragmentos del “Nican Mopohua” como: “Yo en verdad soy vuestra madre compasiva”, texto que —señaló— contiene un mensaje de fraternidad universal.

Además del “Nican Mopohua”, mapas y crónicas tempranas registran la expansión temprana del culto guadalupano en toda la Nueva España.

Sánchez Sánchez subrayó que para 1677 la devoción estaba tan arraigada que figuras como Sor Juana Inés de la Cruz y Luis de Góngora escribieron poemas dedicados a la Virgen de Guadalupe.

La presencia guadalupana cruzó océanos en los galeones de Manila, en Filipinas, en Europa y en otras regiones donde aparecieron imágenes adaptadas culturalmente, como figuras en marfil con rasgos orientales.

En 1754, la Virgen de Guadalupe fue declarada oficialmente Patrona de la Nueva España, consolidando su importancia en la identidad virreinal.

Durante la invasión napoleónica y el inicio del movimiento insurgente, Guadalupe se convirtió en estandarte político y religioso. El Grito de Dolores incluyó el histórico: “¡Viva la Virgen de Guadalupe!” Miguel Hidalgo tomó como estandarte un cuadro guadalupano de Atotonilco. Las banderas gemelas de Allende portaban su imagen.

José María Morelos la llevaba en el pecho y decretó que quien no fuera guadalupano sería traidor a la causa.

“Guadalupe fue un factor de cohesión en un país atravesado por guerras internas”, señaló David Sánchez, precisando que incluso sectores realistas reconocieron su valor simbólico.

Tras la Independencia, la Virgen permaneció en el centro de la vida política y social: Entre 1822 y 1840, una imagen guadalupana presidía el Congreso de la República. Guadalupe Victoria, primer presidente del país, adoptó ese nombre como símbolo de unidad nacional.

En 1884, Ignacio Manuel Altamirano definió a la Virgen de Guadalupe como “el único vínculo que une a todas las razas y partidos del país”.

La presencia guadalupana continuó en los episodios del siglo XX. Fotografías del periodo revolucionario muestran estandartes guadalupanos en tropas zapatistas.

En el Centenario de 1910, el estandarte guadalupano encabezó los desfiles oficiales. Durante la Guerra Cristera, la Virgen se convirtió en símbolo de esperanza, resistencia y defensa de la fe.

José de Jesús Hernández destacó que el guadalupanismo no es limitado al pasado. “Hoy la Virgen de Guadalupe es un referente de fe en América Latina, Estados Unidos, Filipinas y muchas otras regiones del mundo”, explicó.

Mencionó que arte, música y peregrinaciones mantienen vigente la identidad guadalupana. Asimismo, recordó que San Juan Pablo II, “el Papa guadalupano”, impulsó decisivamente la expansión internacional del mensaje.

David Sánchez fue enfático. “La Virgen nunca dijo: soy madre solo de quienes habitan entre el Bravo y el Suchiate”.

Por ello, el CEG-UPAEP impulsa una visión global del guadalupanismo que toca a comunidades en África, Asia, Europa, Oceanía y América.

Sánchez Sánchez recordó que la Virgen de Guadalupe fue capaz de integrar cultural, espiritual y simbólicamente a los dos mundos tras el conflicto del siglo XVI.

Enfatizó que incluso muchos jóvenes hoy se identifican como guadalupanos independientemente de su religión. “Muchos dicen, no soy creyente, pero soy guadalupano. ¿Qué otro símbolo logra eso?”.

Para el investigador, la identidad mexicana no puede entenderse sin Guadalupe. El mundo —afirmó David Sánchez— atraviesa tensiones políticas, sociales y culturales comparables a tiempos de preguerra. Ante ello, subrayó. “Guadalupe siempre ha sido un mensaje de conciliación, no de exclusión. Ha ayudado a reconstruir el tejido social y eclesial a lo largo de los siglos.

Para José de Jesús Hernández, el Tepeyac posee hoy un peso espiritual comparable a Jerusalén, Roma o Santiago de Compostela. “El Tepeyac es un punto de encuentro que irradia identidad y esperanza. Somos custodios de un mensaje con alcance mundial”.

Con miras al Quinto Centenario, ambos académicos destacaron el compromiso del CEG-UPAEP por fortalecer la investigación histórica, antropológica, teológica y cultural del mensaje guadalupano.

“Guadalupe es México y México es Guadalupe”, citó David Sánchez, retomando al investigador José Antonio Quintana Fernández. Y concluyó con una visión de futuro: “podemos aspirar a que el mundo sea Guadalupe”.

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