El acueducto de Tochimilco es uno de los pocos que aún se conservan desde el siglo XVI y su arquería está compuesta por catorce arcosFoto: X

Ubicado en las faldas del majestuoso volcán Popocatépetl, se encuentra el hermoso municipio de Tochimilco, un lugar que parece vivir dentro de una postal eterna. Cada rincón guarda una historia, y entre sus tesoros más emblemáticos destaca el antiguo acueducto, conocido también como “Los Arcos”: una estructura imponente que ha resistido el paso del tiempo y que hoy sigue en pie como testigo de una época de ingenio y de unión cultural.

Esta obra se localiza en el paraje de la ex hacienda de Santa Rosa Chapulapa. Fue construida con el propósito de llevar agua a la población de Tochimilco, superando las complicaciones del terreno: pendientes pronunciadas y desniveles que dificultaban el flujo natural del agua. A pesar de esos desafíos, los constructores lograron diseñar un sistema tan eficiente como hermoso.

El acueducto de Tochimilco es uno de los pocos que aún se conservan desde el siglo XVI. Su arquería está compuesta por catorce arcos —de ahí su nombre popular— que se extienden con armonía sobre el paisaje, creando un contraste perfecto entre la piedra y la naturaleza. Cada arco es una muestra del ingenio con el que se resolvieron las necesidades hidráulicas de aquella época.

Foto: Especial

Parte del secreto de su durabilidad radica en los materiales empleados: mampostería mixta elaborada con piedra volcánica, cantera y tabique. Gracias a esa combinación, ha soportado siglos de lluvias, vientos y sismos, manteniendo su estructura casi intacta.

Pero más allá de su valor arquitectónico, este acueducto representa la herencia de la ingeniería hidráulica colonial, un punto de encuentro entre el conocimiento europeo y la sabiduría indígena. En sus muros se mezclan dos formas de entender el mundo, dos culturas que aprendieron a convivir a través del agua, ese elemento vital que dio sentido a la vida de los pueblos.

Cada piedra cuenta una historia: la del esfuerzo, la adaptación y la importancia del agua como fuente de vida y de unión. “Los Arcos” no solo conducían agua; también transportaban sueños, trabajo y esperanza. Hoy, su silueta recortada contra el volcán sigue recordando que la historia puede ser tan fuerte y persistente como las piedras que la sostienen.

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